domingo, 17 de mayo de 2015

Epistolario de una hechicera. 5ª lectura.


En exclusiva mundial divulgo el contenido de esta carta remitida por mi querida compañera de andanzas y peripecias a lo largo y ancho de esta España mía, esta España nuestra. Cuando el cartero advirtió, al tiempo que me la entregaba, el sello de lacre con tan insigne heráldica, se disculpó por la demora pero, según dijo, la huelga de Correos y Telégrafos había colapsado el tráfico epistolar de la Ruta de la Seda.  

No había tenido el placer hasta ahora de visitar Oropesa. Ya estuve en Toledo, pero no conocía este hermoso municipio de leyenda, ni su maravilloso castillo, ni la fachada de su ayuntamiento que pude observar con detenimiento durante mi tiempo libre fuera del puesto de quiromancia. Era un espectáculo poder ver el castillo iluminado al llegar la noche, momento mágico que llevaré siempre conmigo. El maravilloso torneo de caballos en el palenque y del montaje en clave de humor del rescate de la Princesa de Oro-pesa. Es lo que tiene esta bendita profesión nuestra, nos permite disfrutar de lugares, costumbres y tradiciones nuevas por cada sitio que vamos. Una señora se acercó el domingo al atardecer y me ofreció sus desnudas manos sin leer, completamente en blanco, para que yo viese más allá de la profundidad de sus marcadísimas líneas. Tan profundas como sus años.

Y aquí en este lugar os las voy a revelar, pues su permiso me fue concedido sin nada que objetar:

Qué recolectora valenciana espera a la puesta de sol para llenar su cesta
de naranjas atardeceres, antes de que las profundas aguas de la playa
de la Concha de Oropesa del Mar se beban su cítrico zumo crepuscular.
Qué campanera, de Beas de Segura, hace repicar la campanilla
de la garganta de Joselito “el pequeño ruiseñor”, para llamar a misa
a las parroquianas cigüeñas que guardan en la cesta de su nido,
en el ático de la Iglesia, la recaudación del cepillo dominical.
Qué molinera manchega, de cuyo nombre no quiero acordarme,
trabaja en el Moulin Rouge, con unas orejitas de playboy 
sobre su cabeza de queso con extensiones de mozzarela
y custodiada por un guardia jurado con lanza en astillero,
parecido al Gigante Verde, entreteniendo a babosos Sanchos Panza
rebozados en dinero y a famosos Ratatouilles expertos culinarios en queso.
Qué agricultora usa como bieldo el Tridente de Poseidón
para separar las patatas paja del resto de aperitivos,
en un bufet para ninfas papilleras alérgicas al gluten.

Qué cuentista busca en el INEM a musas despedidas por poetas,
novelistas y literatas que en horas bajas perdieron la inspiración.
Con tanto recorte en educación y lamentando la situación,
no hay otra solución que ser maleducado con quien tanto les inspiró.
Colorín colorado, este cuento ha acabado en la eterna cola del paro.
Qué logopeda regala perros de San Roque,
que no tienen rabo porque Ramón Ramírez se lo ha robado,
a pacientes que conducen un Peel- P50 con frrrrrrenillo.
Qué directora del museo artesanal de Rute obtiene la temperatura en taza
de paladín con churros centígrados en su tradicional termómetro
de chocolate con base de hojaldre sobre piononos de crema.
Qué domadora usa como látigo un insecto palo con hilo de seda
de araña para domesticar a hormigas león y a mosquitos tigre.

Qué ballena fabrica arpones, flechas y ballestas según el tutorial
de internet “la caza del hombre blanco”, creado por Cupido.
Qué compositora de la banda sonora del Titanic usó
como partituras las hojas de bitácora plastificadas del libro
“ El niño que jugaba con ballenas”, de la colección El Barco de Vapor. 
Qué bibliotecaria pide destino, a pesar de la congelación salarial,
en una biblioteca-iglú de Alaska con pinturas al fresco, ideal para
la lectura fresca y duradera de los libros de genética y criónica.
Qué vendedora de oro usa bascula romana con pilón de hierro
para calcular el peso en gramos del globo de oro
concedido a Meryl Streep por "La dama de hierro".
Qué meteoróloga prepara buñuelos de viento en un pequeño
anemómetro, decora una tarta con una manga de viento
pastelera y bebe agua mineral recogida de un pluviómetro.

Ana C. T.


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