No logró el mar que pretendía
De
hielo y sin orillas
De playas de olvido
y agua
confundidas en el
blanco
No logró la almohada
Con encajes en hojarasca
alud
Ni el iceberg que
bajo su quilla de mármol
ocultara los
recuerdos
Solo logró una quebradiza porcelana
como la frágil mantilla
de cristal
que al alba
el lago agrieta
y desmenuza
Desesperado
Nadaba entre balleneros
Bailaba desnudo en
las monterías
Degustaba los
caramelos de la ruleta rusa
y los arpones
de uso dental
Se calzaba cebos
para oso
Soñaba con rifles cacerías y mataderos
Con los paracaídas
de redecilla
que usan
los paracaidistas en verano
Dolía tanto el martillo de dicho pez
que sus anclas
agrietaron el vaho
y nos
asomamos a su interior
Tenía el nicho abierto
y sobre la mesita de noche
el cargador vacío
Tenía los álbumes en vergel de queroseno
con imágenes
p e r m a n e n t e m e n t e i n d e s t r u c t i b l e s
p e r m a n e n t e m e n t e i n d e s t r u c t i b l e s
El frío restableció en pocos minutos
la monotonía inmaculada de esas latitudes
Los pulmones cicatrizaron
sus ventanas
y por más que
golpeó el horizonte desde dentro
la respiración ya
solo fue un zumbido
Una
savia blanca
Un
temblor de raíces de cristal
Una flor de hielo brotando
del colmillo de una morsa
Martín de la Torre
Qué hermosa la espuma. La palabra-mar.
ResponderEliminarEl mar, como bien dices, es la placenta del sueño, y de las pescadillas.
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