En Sevilla no hay río
pero antes pasaba el
mar
por el muelle de la
sal
Las carabelas cabalgan el difunto oleaje
Huyen del gran
océano como ballenas
que pudiesen deshacerse
de las olas
Olas que
arrastran
como bueyes las Américas
Escapan del sudor que dio gusto a los océanos
Quieren volver a la madera
que las botó de
los bosques
Quieren curar sus aletas en los algodonales
como chumberas con
lengua azul
Agua no potable al menos para nadie
de sucias crines y bisagras oxidadas
Qué mares regalan a la orilla
gibosas olas como
exequias de dromedario
Qué mares que no sean de pozo
ahogan y callan
con tanta gula
Qué mares que no sean alud de cordillera
sepultan como la
pirámide a su faraón
El mar al que no dedicaron leyendas ni doncellas
sino acueductos de lágrimas fecales
y poemas como
calamares putrefactos
El manantial ignora lo que su curso medio ya conoce
El mar es la
ballena que vomita la navidad
de una familia en
la lengua de una playa
El
inabarcable código postal treinta mil cien
de
las casonas varadas de Venecia
El joyero séptico
con las cenizas
del bebé convertidas
en diamante
El mar es un
tiburón blanco
de sangre azul
Los delfines levantan mezquitas
No quieren morir en la pecera
Podrían tomar la tierra
pero conocen la
existencia de los delfinarios
Por precaución los marineros
destruyen la
micología
que dotaría de
branquias al ejército marino
Los marineros no quieren profanar
las conservas del cementerio
las conservas del cementerio
En Córdoba no hay mar
pero antes pasaba un río
y los delfines de islam vainilla y chocolate
siguen levitando en los acueductos interiores
Martín de la Torre

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