Publico esta maravillosa carta que recibí de mi compañera
Ana C. hace ya varios días. La edito hoy tras abrirla con un pequeño fuelle de vapor de azahar,
evitando así dañar el lacre coagulado en el papel de seda y su delicado contenido: una cajita redonda o ruleta de oficios que contiene, cual quesitos del caserío o galletas de la suerte, unos proverbios de los que cualquiera se fía.
Disculpe mi tardanza en mandarle el resultado de la exploración manual que hice a dos clientas el día ocho en la preciosa Plaza del Teatro de Aznalcóllar. Gracias a su aviso he disfrutado de un gran mercado medieval lleno de colores, olores y don de gentes de toda índole junto al gran maestro de Quiromantes. Si no es por la rapidez de su alfombra no llego a tiempo. Aunque he de confesar que no he pasado más miedo en mi vida. Sin cinturón, casco, ni nada, temí por mi vida durante gran parte del trayecto. Pero como se suele decir, es de mal nacidos no ser agradecidos. Allí, tras la fila de hombres que esperaban su turno para ser atendidos por usted. Un par de chicas jóvenes idénticas se acercaron a mí con el fin de que leyera sus manos. Pero al comprobar que eran perfectamente idénticas. Opte por leer la mano derecha de una y la izquierda de la otra hermana. Dando como resultado estos oficios que sin comerlos ni beberlos aquí reflejo cual espejo.
Mano derecha:
Qué charcutera vegetariana vende la parte trasera
de un perro salchicha cortado en juliana.
Qué vendedora ambulante solo pone su mercadillo
cada 29 de febrero en las siderales comarcas de Ofiuco.
Qué psicoterapeuta homicida receta a una suicida
Qué psicoterapeuta homicida receta a una suicida
coches sin frenos tres veces
al día tras descartar la frenología.
Qué socorrista aprende a realizar el boca a boca
con pirañas de piscifactoría de Pixar.
Qué fotógrafa revela pecados de confesionario
a una beata
beamontesa y a una beoda de El Tiemblo.
Qué cazador usa botas de cocodrilo, chaleco de camaleón
pantera,
pantalón de piel de hipopótamo pigmeo
y sombrero de iguana, con pluma
de pájaro elefante,
para cruzar a pie un manglar de Madagascar.
Qué dietista usa la báscula de la cocinita de la señorita
Pepis
para calcular la masa de la rellenita doña Croqueta.
Qué bibliotecaria reggae del Palacio Episcopal de Córdoba
Qué bibliotecaria reggae del Palacio Episcopal de Córdoba
usa sus rastas como
marcadores para libros.
Qué tabaquera cubana lía hojas de espinaca
Qué tabaquera cubana lía hojas de espinaca
para estreñidos fumadores de habanos marca “Popeye”.
Mano izquierda:
Qué minera deja carbón de azúcar en el club de hinchas diabéticos,
junto a los
calcetines verdiblancos, la noche de Reyes Magos.
Qué pastora enseña francés a sus trescientas ovejas espartanas
para obtener queso Camembert y doscientos noventa y nueve quesos más.
Qué farmacéutica vende agua con biodramina
en las cataratas
del Niágara a turistas con acrofobia.
Qué telegrafista miope manda un telegrama
de auxilio al cebo de un pescador de morsas.
Qué maga encadenada aguanta sin respirar dentro de una
botella
de Mezcal para acabar -¡magia-potagia! convertida en larva.
Qué cocinera gallega recibe una estrella Michelin por su
plato
“centollo relleno de neumáticos Pirelli en salsa de
chapapote”.
Qué contorsionista del circo del sol posa sobre el río Narigón
para que un arquitecto diseñe puentes de gafas de sol.
Qué torera viste traje de neopreno con luces led,
sombrero
cloché y unas manoletinas de Linares.
Qué hortelana modifica una judía con semillas de ébola y larvas
de picudo rojo para los invernaderos del Tercer Reich.
Ana C.
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