lunes, 16 de marzo de 2015

Epistolario de una hechicera. 2ª lectura.


Publico esta maravillosa carta que recibí de mi compañera Ana C. hace ya varios días. La edito hoy tras abrirla con un pequeño fuelle de vapor de azahar, evitando así dañar el lacre coagulado en el papel de seda y su delicado contenido: una cajita redonda o ruleta de oficios que contiene, cual quesitos del caserío o galletas de la suerte, unos proverbios de los que cualquiera se fía.

Disculpe mi tardanza en mandarle el resultado de la exploración manual que hice a dos clientas el día ocho en la preciosa Plaza del Teatro de Aznalcóllar. Gracias a su aviso he disfrutado de un gran mercado medieval lleno de colores, olores y don de gentes de toda índole junto al gran maestro de Quiromantes. Si no es por la rapidez de su alfombra no llego a tiempo. Aunque he de confesar que no he pasado más miedo en mi vida. Sin cinturón, casco, ni nada, temí por mi vida durante gran parte del trayecto. Pero como se suele decir, es de mal nacidos no ser agradecidos. Allí, tras la fila de hombres que esperaban su turno para ser atendidos por usted. Un par de chicas jóvenes idénticas se acercaron a mí con el fin de que leyera sus manos. Pero al comprobar que eran perfectamente idénticas. Opte por leer la mano derecha de una y la izquierda de la otra hermana. Dando como resultado estos oficios que sin comerlos ni beberlos aquí reflejo cual espejo.


Mano derecha:
Qué charcutera vegetariana vende la parte trasera
de un perro salchicha cortado en juliana.
Qué vendedora ambulante solo pone su mercadillo
cada 29 de febrero en las siderales comarcas de Ofiuco.
Qué psicoterapeuta homicida receta a una suicida 
coches sin frenos tres veces al día tras descartar la frenología.
Qué socorrista aprende a realizar el boca a boca
con pirañas de piscifactoría de Pixar.
Qué fotógrafa revela pecados de confesionario 
a una beata beamontesa y a una beoda de El Tiemblo.
Qué cazador usa botas de cocodrilo, chaleco de camaleón pantera, 
pantalón de piel de hipopótamo pigmeo 
y sombrero de iguana, con pluma de pájaro elefante,
para cruzar a pie un manglar de Madagascar.
Qué dietista usa la báscula de la cocinita de la señorita Pepis 
para calcular la masa de la rellenita doña Croqueta.
Qué bibliotecaria reggae del Palacio Episcopal de Córdoba 
usa sus rastas como marcadores para libros.
Qué tabaquera cubana lía hojas de espinaca
para estreñidos fumadores de habanos marca “Popeye”.

Mano izquierda:
Qué minera deja carbón de azúcar en el club de hinchas diabéticos, 
junto a los calcetines verdiblancos, la noche de Reyes Magos.
Qué pastora enseña francés a sus trescientas ovejas espartanas 
para obtener queso Camembert y doscientos noventa y nueve quesos más.
Qué farmacéutica vende agua con biodramina 
en las cataratas del Niágara a turistas con acrofobia.
Qué telegrafista miope manda un telegrama
de auxilio al cebo de un pescador de morsas.
Qué maga encadenada aguanta sin respirar dentro de una botella 
de Mezcal para acabar -¡magia-potagia! convertida en larva.
Qué cocinera gallega recibe una estrella Michelin por su plato
“centollo relleno de neumáticos Pirelli en salsa de chapapote”.
Qué contorsionista del circo del sol posa sobre el río Narigón 
para que un arquitecto diseñe puentes de gafas de sol.
Qué torera viste traje de neopreno con luces led, 
sombrero cloché y unas manoletinas de Linares.
Qué hortelana modifica una judía con semillas de ébola y larvas 
de picudo rojo para los invernaderos del Tercer Reich.

                                                   Ana C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario