El círculo cromático de la
tristeza
es un dado gris de siete lados
que no se rompe al caer
porque sus aristas son de cristal
líquido.
Como sigilosas cuerdas de funambulista,
las aristas del dado de la
tristeza
deben alcanzar los ocho vértices,
las ocho esquinas de su silenciosa
geometría
y anudarse a ellas en completa soledad.
Las aristas deben alcanzar su destino
sin despertar a la diosa Fortuna,
que en el interior del dado,
sueña felices combinaciones.
Porque de quedar un ángulo suelto,
¡ay de perderse una arista!
La felicidad inundaría el mundo.
Cosa que nunca ha sucedido.
Los dados de la tristeza,
como todos los dados cúbicos,
son poliedros de seis caras y ocho
vértices.
Las caras están numeradas del uno
al seis,
de manera que las caras opuestas
siempre suman siete, siendo esa
suma
la causante del enigmático séptimo
lado
que parte de cada vértice hacia la tristeza.
Este lado era
infinito cuando, antiguamente,
la Tierra era plana y las aristas jamás se volvían a
encontrar.
Hoy nos confunden los meridianos y
los paralelos,
pero a pesar de la redondez de la
Tierra,
las aristas siguen sin encontrarse,
y este lado insaciable continúa sumando
horizontes.
Pero un día un óvulo rectangular rodará
y se convertirá en círculo
cromático.
El inmenso arco iris nacido de esta
unión
abarcará la órbita completa del
dado,
desde el pequeño dado que juega
con nosotros
al vasto erial de su séptica cara.
Hasta entonces,
la tristeza seguirá siendo
el diámetro gris del círculo cromático,
el plomo que rellena el séptimo lado,
el diámetro gris del círculo cromático,
el plomo
como esos dados falsos que tanto
pesan
y suelen prensar el frágil envoltorio del
alma.
Martín de la Torre
Martín de la Torre
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