Reloj de agua, raíz de marfil.
A la intemperie
una estalactita seca el paisaje
mientras dentro un sauce cruje
como un rayo bajo un alud.
En la sal, en la dureza del aire,
huésped de la estalactita
migro donde al sufrimiento le sobre
una cueva y una veta de niebla.
Gota a gota y al siguiente latido
la lluvia no vuelve a ser multitud.
Partir así, al respirar.
Viajar a la matrioska indivisible,
a la partícula esencial.
Abandonar el alma en el plumaje de un fósil
y volver a la vida
en los colores del abejaruco.
Martín de la Torre
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