Publico una nueva epístola de mi querida compañera Ana. Nos narra su experiencia fuenlabreña y nos deleita con una serie de ocurrencias laborales de muy diversa índole. Incluye sendas elegías a Günter Grass y a Eurovegas.
Un rumor recorre los mercados
medievales de medievo mundo: las damas atendidas por esta enigmática quiromante
salen de la consulta reformadas, mejoradas. Algo habrá de cierto cuando todas
ellas sin falta, siervas o princesas, prefieren cobijarse bajo su oscuro velo
donde lee buenaventuras a las desventuradas, a ser tratadas bajo la raída lupa de
mi tosca mano.
Bajo las banderas y pendones que ondeaban mecidos por el
viento en la Plaza de la Constitución. Mirándolo todo completamente fascinada
me encontraba yo, la más afortunada entre los mortales. Rodeada de centenares
de puestos, talleres y jubilosos pasacalles. Qué maravillosa oportunidad
brindada por el maestro de quiromantes, aceptarme como ayudante suya. Gracias
a él estoy disfrutando de maravillosos lugares a lo largo y ancho de nuestra
geografía española, de distintas gentes de toda índole y de diversos y
peculiares personajes. Me encanta ver como el público luce nuestros mismos
ropajes, trasladándose a la época medieval y disfrutando del mercado por unos
cuantos maravedíes.
Entre estos personajes curiosos, andaba la chica que vino a consultarme al lugar donde yo descifraba líneas interminables de pequeñas, grandes, delgadas, gruesas, suaves, encalladas….. manos. Vestida con su traje de legionaria, pues andaba de permiso en su ciudad natal, se acercó a mí con la mirada cansada de recorrer días antes, según me dijo, calles enceradas durante la procesión de Los Legionarios, en Jerez de los Caballeros. Sus manos no lo estaban menos.
Entre la rigidez de sus líneas y lo hosco de su pellejo, me costó largo rato
descifrar estos oficios más improbables que ciertos:
Qué pontazguera del puente de Triana no cobra al niño bonito
engominado
y de jersey anudando al cuello, que no es bonito (ni atún), ni
emperador,
ni besugo ni lo quiere ser, y paga los cuartos como cualquier.
Qué cocinera italiana balbucea pastosas rimas a la carbonara
sobre los
veroneses tejados de lasaña y vomita salsa boloñesa
por sus canelones de PVC para
las hambrientas gárgolas del balcón de Julieta.
Qué escaladora con cadera protésica de titanio trepa a una montaña
de basura electrónica de Hong Kong, para hacer cima
el día con el
porcentaje más alto de tormentas del año.
Qué vagabunda duerme sobre el confortable plástico
que
envolvió un colchón Triple Lo Mónaco, con su relleno
viscoelástico y sus
flexibles muelles bicónicos.
Qué reina ludópata vive en un castillo de naipes, con torre
de ajedrez,
suelo gresite de fichas de dominó y paredes empapeladas
con tapetes
de blackjack, en el 21 de la calle flor de lotto.
Qué catequista reparte ostias sagradas de Cuétara a niñas que van a recibir
la primera comunión si se equivocan rezando. Credo que no es para tanto
bajo la triste mirada, pintada en escayola, de Jesús el Nazareno.
Qué papelería catalana envuelve los libros de Günter Grass con papel
de hojalata para regalar el día de San Jorge a cambio de trece rosas
blancas.
Qué chef usa frutos rojos de (Alberto) achicote y presenta
sus platos
degustación a las mujeres de la aldea Zoe de Towari, acompañados
de
las famosas rosquillas de Tía Javiera para sus labios de aro y sus orejas de
oro.
Qué maestro de esgrima del club de Star Wars “Francisco
Román”
usa tubos fluorescentes T5 y careta de Luke SkayWalker, para enseñar
a
sus alumnas electricistas la técnica torera del Fundi de Lumilux.
Cuando finalicé mi tarea y se marchó aquella legionaria con
coleta y tatuaje bajo sus mangas remangadas, no pude más que visualizar a la
muñeca Wendolin, con su corneta, parodiada por los Morancos. Y una sonrisa se
dibujó en mis labios.
Quinto levanta tira de la manta…………
Quinto levanta tira de la manta…………
Ana C.T.

En plena labor adivinatoria, bajo el velo que oculta su rubio cabello.
Fuenlabrada, abril de 2015.
Fuenlabrada, abril de 2015.

