jueves, 26 de febrero de 2015

Epistolario de una hechicera. 1ª lectura.


Publico esta extraordinaria misiva de Ana C. He tenido la soberbia de editarla modificando algunas partes y reservando otras. Ruego a su autora que, en caso de estar en desacuerdo con mis intromisiones, me lo comunique.


Antes de ponerse a leer las rayas de su cliente turolense, hubo una señora de la misma ciudad que fue atendida por usted y que, casualmente, reside en Córdoba. Me crucé con ella en la Plaza Capuchinos y me dijo que venía de enterrar a su padre, ya anciano, y que ese mismo día, en el cementerio de Teruel, se cruzó con un caballero que ponía flores en la tumba de los amantes. Tan galán y amable caballero tuvo la gesta de ofrecerle agua y secar el sudor de su frente con un pañuelo. La llevó hasta un banco de piedra sentándose a su lado. Esperó a que estuviera mejor y después la dejó en la plaza del mercado.
Mientras esto me contaba, noté que crecía el tallo que llevo entre los dedos de mi pie. Y como si fuera magia pude ver, tras el luto de su frente, marcadas unas rayas. Y leer los oficios imposibles transmitidos por usted cuando tocó su cara.


Qué comadrona enhebra cordones umbilicales
para hacer gorros de lana a las madres.
Qué fabricante de cometas hace pruebas
de vuelo en el Triángulo de las Bermudas.
Qué experto en protocolo fabrica los sombreros de copa
que usan los alcohólicos para descubrirse ante la Sra. Marie Brizard.
Qué escultora deja una estatua del pequeño Nicolás
junto a los leones del Congreso de los Diputados.
Qué cirujano cardiovascular trasplanta a un vegetariano 
un corazón de lechuga y a su alma el emoticón de un corazón.
Qué masajista con dedos de trol quita el dolor de cuello 
a avestruces, jirafas, padaung y al resto de botellas de cuello largo.
Qué pescadera vende más fresco el chuletón
de una sirena y las cocochas de Nessie.
Qué dietista receta rebanadas de aire untadas
con manteca de humo a las chicas con anorexia.

Qué culturista, con compresa con alas de ángel,  
desfila en la pasarela de Victoria´s Secret.
Qué diseñadora usa al jorobado de Notre Dame como maniquí
para un chal y a Mazinger Z como modelo para un bikini negro.
Qué pianista, con guantes de boxeo, toca “La Vie en Rose”
de Édith Piaf en el ring de Nueva York.
Qué azafata reza a los pasajeros del Tupolev
un avemaría en sus instrucciones de vuelo.
Qué paragüero hace sombrillas de coctel
para los saltamontes durante la estación del monzón.
Qué enfermera valenciana transfunde horchata
a los mosquitos veganos de Transilvania.
Qué trapecista salta sin red al mar donde flotan las escamas
de los peces que se quitaron la armadura romana para dormir.
Qué ciclista come agujas para no tener agujetas
y piñones para digerir los dientes del plato grande.

Qué farmacéutica vende cartuchos de menta a los fusiles acatarrados.
Qué pastelera prepara tartas con las manzanas de Adán y Eva.
Qué profesora tiene alergia a los ácaros de la letra A del abecedario.
Qué alpinista escala montañas con largas uñas postizas.
Qué maquilladora tapa los poros al alquitrán de las autovías.
Qué drag-queen deja un desfile para correr los Sanfermines.
Qué ortodontista pone brackets a las grandes bocas del metro.
Qué joyero grava iniciales en los anillos de Saturno.

Qué cerrajero no guarda una copia de las llaves de San Pedro.
Que florista dibuja abedules para hacer de madera ovalados ataúdes.
Qué bailarina en tacón de aguja usa edredón con pluma de cisne.
Qué poetisa recita poemas de marineros a las sirenas.
Qué limpiadora barre suspiros en el retrete de Cupido.
Qué peluquera riza pestañas en los ojos saltones de sapos y ranas.
Qué pitonisa echa las cartas al buzón de correos de Alaska.
Qué monja reza el rosario en las esquinas de los burdeles.


Teruel, 18 de febrero.
Una mujer sin buscarlo, ni quererlo, fue atendida de quiromancia dentro del cementerio.

                                                                  ANA C.


sábado, 21 de febrero de 2015

Consejos y andanzas de un filántropo quiromante. 6ª mano.


Otra jornada más mi puesto se ha visto desbordado por el éxito de mis recomendaciones de todo tipo y ropaje. Esta vez, la buena gente de Aragón me acogió en una de sus plazas más bellas, Teruel. Participé en el Mercado Medieval las Bodas de Isabel de Segura. Mi pena es no poder atender a más curiosos, por eso quiero pedir disculpas a quienes hicieron cola en vano. Pretendo incorporar en mi compañía a una experta nigromante, con dotes de quiromante y versada embaucadora, cualidad principal del gremio, pero eso está en el aire, de momento, seguiré atendiendo a una persona por lugar. 
Os dejo los nichos de mercado prescritos a un señor turolense con cara de sepulturero.

Qué trapero trenza el sudario del tiempo
con el ovillo de todas las quiromancias.
Qué veterinario de Vietnam vende veteranías
a los norteamericanos con poco pedigrí.
Qué arsenal limpia la herrumbre
de los barquillos de hojaldre.
Qué vidriero construye las cintas mecánicas
por las que suben al cielo los aviones.
Qué arquitecto diseña las fuentes de duna
que surten de sepia las tormentas de arena.
Qué ceramista repara los cocos de porcelana
usados como tetera por las crías de perezoso.

Qué electricista desenrosca las peligrosas
bombillas que le crecen a las chumberas.
Qué freiduría vende bolsas de hojarasca
a los árboles perennifolios de las aceras.
Qué escritor vende literalmente su migraña
al bisutero que engarza perlas de cabrero.
Qué dios avergonzado no reclama
a la SGAE los derechos de autor.
Qué peón coloca las piruletas de Stop
que lamen los camiones de la basura.
Qué bailarín con pantalones de aguja
ondea 60 veces el bastón del segundero.

Qué manicura endurece las uñas de los dedales.
Qué chatarrero vende satélites a precios desorbitados.
Qué trashumante conduce su Dodge por la Autobahn.
Qué alergólogo patenta el aerosol de estornudos.
Qué sanador sana los cardenales del suelo.
Qué cafetero vende las playas de Canarias.
Qué diseñador firma el tul invernal del Teide. 


Martín de la Torre


lunes, 9 de febrero de 2015

Consejos y andanzas de un filántropo quiromante. 5ª mano.


La gripe me impidió montar mi pequeño consultorio quiromántico el pasado día 31 de enero en el Mercado Romano de Córdoba. La víspera, remontando el Guadalquivir desde Sevilla en mi pequeño bote había sufrido las inclemencias del tiempo y el oleaje como nunca antes. A pesar de todo, un cliente que ansiaba ser atendido por mi ciencia me hizo llegar a la pensión Cibeles un hermoso alfiler con sus líneas de la mano delicadamente ovilladas. Este acto, aunque temerario, ya que unas manos sin líneas son como embalses sin presas, como un relleno de ternera sin bridar, son, en definitiva, huellas desatadas hipersensibles al tacto. Este acto, como digo, muestra la urgencia de esta persona por saber de su futuro y, más concretamente, de su situación laboral. Procedí como de costumbre en estos casos, me enfundé el guante de látex negro de quiromante y coloqué las líneas con sumo cuidado en los surcos destinados a cada una de ellas. Lo que sigue es la copia de la carta dejada en la recepción de la pensión cordobesa antes de mi regreso.

Qué telar vende su género neutro
a la flor hermafrodita de la cebolla.
Qué luthier vende ataúdes de cuerda
y laúdes propensos a desafinar aludes.
Qué hipnotizador chasquea los dedos
a las gárgolas aquejadas de cálculo renal.
Qué chocolatero deslabona las cadenas
alimenticias que adornan a los anoréxicos. 
Qué marinero notifica al pez espada estar
habitando en un planeta Marllamado Tierra.

Qué botánico siembra globos terráqueos
de selva virgen para la campaña de la sandía.
Qué bastonero vende los bastoncillos
que los gritos usan ensordecidamente.
Qué traumatólogo escayola el brazo de gitano
con el azúcar glas que le sobró al invierno.
Qué cetrero del Vaticano eleva al cielo
el portafirmas de la última beatificación. 
Qué mariscador vende las estrellas fugaces
de mar caídas desde la constelación de Piscis.

Qué farmacia dispensa máscaras venecianas.
Qué limpiabotas frota iluso las lámparas de pie.
Qué herrero toma caldo de estaño con almejas.
Qué peletero devuelve el paso a la cebra.
Qué sastre cose leotardos a los alcornoques.
Qué prestidigitador vende pliegues de origami.
Qué estanquero malcría el fuego en la cerilla.

P.D.  Siento muchísimo haber cometido la fatal imprudencia de confundir sus líneas de la mano con mi hilo dental. Perdóneme, se lo ruego. Un consejo, muéstrese viperino con el prójimo y le volverán a crecer. 


Martín de la Torre


domingo, 1 de febrero de 2015

Bostezo de pestañas


Existe una antigüedad sin arqueología.
Una cordillera de tiempo irrevocable
de calendarios apilados sobre una falla.

Existen generaciones de anticuarios
custodiando la maqueta del bosque original
y la caja de marquetería con la pureza
ordeñada en el primer diente de leche. 

Existen escamas de resina en las uñas
como pezuñas de roble barnizadas
o pupilas rotas por cielos de cincel.
Asoman dedos de dioses, 
aguas de ahogado.
Archipiélagos reclamando sacrificios.

Existen cráneos de trémula polea
con un constante rechinar de quijadas
y un goteo perpetuo de ojos en la talega.
Como la baba de las estalactitas un goteo
de cejas y mejillas lloran de juventud.

Existe un terrible envoltorio farmacéutico
en el que la piel se perfila marco bélico
y los ojos el fruto seco de la dioptría
y los dientes dados cáusticos
usados como guijarros de molino.

Existe el trimestre de la última estación
donde un tren vierte esporas de herrumbre
sobre grandes bostezos que eclosionan
como cetrinas margaritas o huevos de buitre.

Existen puertas colocadas por error en laberintos
que con el tiempo pierden la orientación
y el pomo la negación de su giro,
haciendo imposible la salida.

Existen campanas fabricadas con rizos de ángel
y balanzas de oro en las que todos los rayos
trenzados del sol pesan menos que la luna.

¿Cuántos pétalos tiene un hangar
sin contar las alas de los aviones?
Ninguno, los mismos que rosas rojas
un pulgar no forzado con aguja a florecer.

¿Cuántos relojes aguanta un dique
de cera en un pantano de veranos?
Ninguno, los mismos que las venas
en una muñeca rota por la esgrima.

¿Cuántas hojas o hienas marchitas
como banderas arrojadas al carbón
hacen falta sacar del tórax para hallar
entre las cenizas la veta de ceniza verde?
Ninguna.

Si fuera valiente me embotellaría
y me lanzaría a los mares del sur,
pero soy duna a la voluntad del viento.
Del ciclón conservo el vértigo
en la espiral de un ammonites
y un pétalo cronológicamente fosilizado.


Martín de la Torre